viernes, 2 de agosto de 2013

Hola muñecas! Qué lindo cuando lo que te mantiene ocupada son cosas bellas! Mis disculpas por el abandono de estos meses. Intentaré no volver a distraerme para seguir contándoles historias.

Justamente la aventura de hoy se enmarca en un contexto de cotidianeidad: una escuela. La escuela donde yo doy clases. Ésta pertenece a una cadena del mismo diseñador/cantante/escritor (un famoso artista): Roberto Piazza. Allí dicto el curso de modelo profesional y este mes se egresó mi primer grupo de alumnas (el curso dura un año). Mi temario es bastante rico, ya que les enseño desde lo más banal y superficial (pero no menos importante en esta carrera) como la caminata, hasta temas mucho más profundos y que sirven también para verse hermosas (porque mientras más bellas por dentro, más bellas por fuera, no es casual que uno “irradie -desde su interior- belleza”) como buenos modales y protocolo. E, inevitablemente, les doy una intro sobre misses y concursos de belleza. ¡No puedo evitarlo! Es más fuerte que yo. Me parece un lindo complemento porque yo siempre digo: “Si una Miss es una mujer linda por dentro y por fuera, entonces, una debería ser una Miss todo el tiempo”. ¿Y por qué no trasmitirlo?

A eso iba con semejante preámbulo: mis alumnas me preguntan cómo fue que me animé a participar del Miss Mundo Argentina. Y la verdad es que me invitaron por antecedentes. Sisi, así como leen: me propusieron representar a mi provincia (les recuerdo que soy de La Pampa) porque en mis jóvenes 15 años (que después de tanto recorrido parecen súper lejanos) participé y gané el concurso de Reina de los Estudiantes y de la Primavera. En el interior del país, se estila elegir una Reina del Colegio. Yo gané (por descarte, esa es la verdad) en mi escuela y después gané entre las otras Reinas de los colegios de la capital y de los pueblos de la provincia. Luego de la elección provincial, se hace la nacional en Jujuy, donde no gané pero aprendí mucho y (lo más importante) me divertí. Fue entonces que para el 2008, ya viviendo en Buenos Aires, me llamaron un día mientras caminaba con mi mamá (que estaba de visita) y mi tía por el centro y me dijeron:

-        – ¿Qué te parece la idea de representar a La Pampa en el concurso de Miss Argentina para Miss Mundo? –

Sinceramente, ni lo pensé. Dije que sí, de inmediato. No sabía en lo que me estaba metiendo. Nadie lo sabía.

Tuve una entrevista con la directora del certamen y me aprobaron la participación. ¿Por qué hago tanto hincapié en esta parte? Porque la mayoría de las representantes de las provincias participantes del concurso, tienen una elección donde se presentan varias jovencitas y gana la que esté en mejor condiciones para el de nivel nacional. Y en mi provincia no había nadie que se encargara de eso. Por lo tanto, lo tuve bastante fácil.
Empecé a prepararme: reforcé el gimnasio, retomé mis clases de danzas clásicas (para preparar una coreografía para el talento) y recopilé todo lo que pude de información tanto de mi provincia (para representarla de la mejor forma posible) como de mi país. Y, por supuesto, miré todos los concursos de belleza que encontré en internet. Imaginé por días y noches como sería todo: mis compañeras (que también eran mi competencia), el jurado, el hotel, los vestidos…

Finalmente, llegó la semana de concurso. Mis compañeras fueron casualmente eso: compañeras. Nos ayudábamos en todo lo que podíamos, nos prestábamos cosas, nos decíamos cuando alguna tenía lechuga en los dientes o el maquillaje corrido. No había competencia. Los jurados no terminaron siendo esos seres despiadados que uno espera que vean hasta el más mínimo detalle de imperfección y acto seguido te lo escupan en la cara para terminar de destruir tu autoestima. Al contrario, se tomaron el tiempo de conocernos y ver realmente como era cada una. Pero (siempre hay un “pero”) de las elecciones previas que hay en todos los concursos (Cultura General, Talento, Responsabilidad Social y Deporte, entre alguna que otra variante según el certamen) no había ganado ninguna. Después de esta semana bastante desalentadora, la noche anterior a la gala final, que se celebraba un sábado, llamé a mi madre y le dije que me quería ir. Ella me recontra sermoneó y me terminó convenciendo de que si me iba antes de la noche de coronación iba a quedar peor que si me quedaba y perdía honestamente. Sí, estaba convencida de que perdía. Claro que la historia terminó siendo de otra forma y yo gané el título de Miss Mundo Argentina y luego, no sólo participé en Miss World sino en otros tantos concursos de belleza a nivel internacional.

Al contarles esto tanto a mis alumnas como a Uds., no busco más que trasmitir lo importante de la perseverancia. Si no me hubiera quedado (y es aquí donde debo agradecer a mi madre por siempre insistirme y darme fuerzas para todo), me hubiera perdido de tamaña experiencia. De semejantes e inigualables vivencias. Hoy no tendría de qué hablarles. Por eso, “Persevera y triunfarás” no es una frase casual de las que rige mi vida. ¿Y si hacemos el intento de llevar a la práctica las frases que, para nosotros, marcan la diferencia?


Voy a ser egocéntrica y voy a dejar fotos de mi coronación -en orden-: mi primer caminata por pasarela como Miss Mundo Argentina, en mi entrega de corona con mi mamá y mi pradrastrito (como le digo yo) y despidiéndome de la gente en pasarela, esa misma noche.




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