lunes, 23 de septiembre de 2013

Intentado volver a ser constante en mis posteos mensuales, las vuelvo a saludar recordándoles que hay muchas cosas lindas para mantenerse ocupada y contenta.

Este mes se me ocurrió contarles una anécdota a raíz de una alumna a la que preparé en clases particulares para concursar en el Miss Supranational: Juliana Kawka. En una clase anterior a su viaje, decidimos hacer un repaso y disipar dudas. La noté algo desmotivada por eso insistí en que preguntara ¡TODO! Desde ¿Cómo era que se ponía la pestaña? hasta ¿Los cubiertos se usaban de afuera hacia adentro, no?, pasando por ¿Cómo era que hacía para no pisarme el vestido si tiene mucha cola?, ¿Dormiré unas seis horas promedio con suerte?, si me piden calzado cómodo para ensayar ¿De verdad no puedo ponerme zapatillas?, y ¿Cómo voy a hacer para estar siempre prolijita y en pose divina?

Esta última cuestión es la que más le preocupaba: ¿Cómo iba a hacer ella para estar siempre como una Miss? Y es aquí que cabe una frase varias veces citada por aquellos que estamos en relación con los concursos de belleza: “Una Miss es una Miss todo el tiempo”. Parece muy fácil pero la realidad es que no lo es. Una Miss es una mujer linda por dentro y por fuera. Una mujer independiente y autosuficiente. Un ejemplo de cómo deberían ser todas las mujeres a pesar de no tener un título de belleza o de vivir en circunstancias totalmente diferentes a las del año de reinado de una Miss.

Más allá de las cualidades físicas (no excluyentes) que se le exigen a las aspirantes a la corona, como una altura promedio entre 1,70mt y 1,80mt, una figura saludable y estéticamente proporcionada, y un cuidado personal impecable; también se deben cumplir con ciertos estándares de nivel cultural, educación, protocolo y ceremonial básicos.

Todo esto en hermoso montón es una Miss. Ya querríamos que nos saliera en el primer intento, ¿no?  De todas formas, no es tan dramático porque existen escuelas para aprender a incorporar todos estos valores y “reglas” a nuestro cotidiano. Y para aquellas que no tienen la oportunidad de ir a una de estas escuelas, pero sí de representar a su distrito, provincia, país… existe el contagio. Exactamente como lo leen: contagio. Piensen que les toca ir a un concurso de belleza y que no tuvieron tiempo o recursos para prepararse. Tengan a bien saber que SIEMPRE, y repito SIEMPRE, hay una chica mejor preparada, con más experiencia y “tips” que una misma. Por supuesto, una puede hacerse amiga y aprender porque resulta que pegaste buena onda con la compañera. Pero, otras veces, nos toca aprender a la distancia. La realidad es que por más rea que seamos, una vez en el certamen, no hay vuelta que darle: una se contagia. Cuando ves que todas están derechitas, te ponés derechita. Cuando ves que todas comen con modales, comés con modales. Cuando ves que están todas re súper producidas y pulcras, te arreglás hasta el último detalle. Es así de simple, y a la vez, complejo.

Es por esto que yo creo que debemos todas estudiar, aprender, conocer, entrenarnos, interiorizarnos con lo que significa ser una Miss. Su traducción lo dice: una señorita. Una mujer. Completa. De esas que valen la pena conocer y con las que se disfruta más que de su belleza. ¿Por qué? Por nosotras. Porque primero tenemos que estar conformes con nosotras y después el resto lo estará también. Porque así las que no pueden (y las que no quieren también), se contagien. No hace falta ganar un título o portar una banda o una corona para ser una Miss todos los días.


Les dejo fotos de mi alumna Juli, es un divinor de persona, una gran mujer y tiene un potencial que la va a llevar muy lejos. Tuvo un destacado desempeño en el concurso y con sólo 17 años, tienen permiso para odiarla. Las primeras son de un book y las últimas del Miss Supranational 2013. 

¡¡Hasta la próxima, muñecas!!